¿Son las prisiones obsoletas?

Por Juan Moreno Haines

El confinamiento solitario en las prisiones de EE. UU. se remonta a la Penitenciaría del Estado del Este en Cherry Hill, Pensilvania, durante el siglo XIX. Su práctica estándar resultó en una tortura tan profunda, que se convirtió en forraje para que las principales personas eruditas de la época abogaran en contra de su uso. No obstante, tras dos siglos, el confinamiento solitario todavía se usa comúnmente en las prisiones estadounidenses. 

Con una historia innegablemente nefasta, me parece preocupante que las conversaciones sobre por qué existe el confinamiento solitario en prisión sean raras. En primer lugar, es más preocupante que no haya discusiones significativas sobre, quién termina en prisión o las complejidades del por qué. Angela Y. Davis necesitó 115 páginas (en un libro de 5x7") para brindarle al público una historia instructiva para poder debatir el tema. 

¿Son las prisiones obsoletas? (2003) es una mirada sincera que rastrea el origen de las prisiones estadounidenses hasta la esclavitud, la supremacía blanca -un engaño literal de les contribuyentes al jugar con sus miedos para justificar el uso de las prisiones para la seguridad pública. Davis explica cómo las inequidades socioeconómicas creadas por intereses privados se convirtieron en la necesidad de tener prisiones. Ella destaca varias prácticas discriminatorias que se filtraron en las políticas gubernamentales, lo que resultó en que las personas de color llenaran las cárceles de todo el país. 

Davis desafía la filosofía que promociona el aislamiento extremo y la incapacitación física como respuestas aceptables para quienes violan las normas sociales "percibidas". 

"Por lo tanto, deberíamos preguntarnos si un sistema que estuvo íntimamente relacionado con un conjunto particular de circunstancias históricas que prevalecieron durante los siglos XVIII y XIX puede reclamar su existencia absoluta el siglo XXI", escribe Davis. 

Los capítulos, bien documentados, contienen fuentes relevantes para la investigación. "¿Reforma penitenciaria o abolición penitenciaria?" y “Esclavitud, derechos civiles y abolicionista: Perspectivas en cuanto a la prisión” brindan a les lectores una perspectiva de las raíces de las prisiones estadounidenses. Refiriéndose a la política penitenciaria moderna, Davis señala: "... el supuesto objetivo de la rehabilitación penitenciaria ha sido completamente desplazado por la incapacitación, como el objetivo principal del encarcelamiento”. 

"Encarcelamiento y reforma" informa a sus lectores sobre las falsas promesas que quienes construyeron las prisiones y la clase política le hace al público: que las prisiones mantendrán a las comunidades a salvo del crimen. Durante el auge de la construcción de prisiones de las décadas de 1980 y 1990, nació el complejo industrial carcelario. El CIC representa a las corporaciones con mercados globales que dependen de la existencia de más prisiones como fuente de ganancias. El CIC respalda las narrativas de que el crimen es un problema social creciente; sin embargo, cabe señalar que entre 1990 y 1998, las tasas de homicidio se redujeron a la mitad en todo el país. Mientras tanto, el Centro de Medios de Comunicación y Asuntos Públicos informó que las historias de homicidios en las tres cadenas principales casi se cuadruplicaron, dando a sus televidentes un sentido distorsionado de la realidad. 

"Cómo el género estructura el sistema penitenciario" revela cómo el patriarcado sustenta el sistema legal penal.

"El complejo industrial carcelario" es el capítulo más insidioso, ya que explora las enormes ganancias corporativas obtenidas del trabajo y las operaciones penitenciarias a través de un "proceso de destrucción social". 

Finalmente, “Alternativas abolicionistas” ofrece a sus lectores estrategias para obtener mejores resultados del sistema legal penal que se basan en la justicia restaurativa y las prácticas basadas en la equidad. 

Davis pregunta a sus lectores si podrían imaginar un mundo sin prisiones. Luego, nos recuerda que, "La esclavitud, el linchamiento y la segregación son ciertamente ejemplos convincentes de instituciones sociales que, como las prisiones, alguna vez fueron consideraron tan eternas como el sol". 

Es con esa mentalidad que reflexioné sobre la corrección de la teoría de Davis. Luego, pensé en las miles de personas libres que se han aventurado dentro de San Quintín para ver partes de sí mismas en su población encarcelada. ¿Qué pensaban sobre la gente encarcelada antes de adentrarse en la singularidad de San Quintín? Me pregunté a mí mismo, ¿es suficiente el ofrecerle a las personas encarceladas condiciones de vida humanas? 

Lucho al intentar responder a esta pregunta, ya que veo a las personas encarceladas esforzarse por mejorar en este ambiente tóxico, mientras que, al mismo tiempo, un número significativo de personas libres que ven humanidad en San Quentin convierten su visita en acción cando regresan como parte de voluntariado, asesores y defensores en el movimiento por la descarcelación. 

Voy a cumplir 26 años de encarcelamiento. Con esa experiencia, reflexiono cuando hablo sobre la inutilidad de las prisiones para la ciudadanía, respetuosa de la ley. Además, he sido testigo de la desesperanza que se interpone en la gente simplemente por estar aquí. Esto es lo que las prisiones realmente le hacen a la mayoría de la gente: es como tomar a alguien que ya está quebrantade, y quebrantarle un poco más y luego liberarla en la comunidad, sin pegamento alguno.

Mientras tanto, más de 2.3 millones de personas siguen encarceladas en las prisiones y cárceles de E.E.U.U.

Como estamos muy lejos de una reforma significativa que pueda terminar con el encarcelamiento masivo en los EE. UU., sugiero que les lectores tomen en serio la realización de Davis dirigida a les abolicionistas:

"Un gran desafío de este movimiento es hacer el trabajo que creará entornos más humanos y habitables para las personas en la prisión, pero sin reforzar la permanencia del sistema penitenciario". 

La reforma penitenciaria debería comenzar con toda la gente estadounidense estudiando ¿Son obsoletas las prisiones?


Juan Moreno Haines es un periodista encarcelado en la prisión estatal de San Quentin; editor principal del galardonado San Quentin News; y miembro de la Sociedad de Periodistas Profesionales, donde recibió su Premio Corazón de Plata (Heart Award) en el 2017 por ser “una voz para los que no la tienen”.